viernes, 27 de diciembre de 2013

''Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo''.

Ludwig Wittgenstein (1889-1951), autor del Tractatus logico-philosophicus, creyó con esta obra resolver (al menos todos) los problemas filosóficos a través de la lógica. Aunque el Círculo de Viena bebió de sus aportaciones, él jamás se sintió parte de este grupo filosófico y científico.
No por ello dejó de consolidarse como uno de los pensadores más relevantes y complejos del siglo XX.

Os dejo aquí un interesante vídeo que nos narra su pensamiento de la mano del filósofo español Fernando Savater:



martes, 17 de diciembre de 2013

El existencialismo de Unamuno

Nacido en 1864 (morirá en 1936), su vida se destinó a la escritura, el teatro, la poesía y la filosofía, erigiéndose como el mayor respresentante de la Generación del 98.
Miguel de Unamuno refleja en su obra la angustia personal que lo aconteció durante toda su vida, tan propia de los existencialistas, y tan empeñado en hallar la inmortalidad a la que el hombre siempre aspiraría.
Desde luego, la filosofía de Unamuno huye de cualquier tipo de racionalismo o dogma, y opta por teñirse de la influencia existencialista y romántica de sus predecesores. Sus constantes incertidumbres y las eternas preguntas acerca del sentido vital desembocaron en su pánico a la nada, donde la muerte y el tiempo son la constante de una realidad que podía ser consolada si la presencia de Dios lograba dotarla de alguna clase de sentido.
Su reivindicación de la poesía y el arte consistía en la defensa de poder manifestar, afectiva y pasionalmente (no podía ser en él de otra manera), las inquietudes del hombre. 
Como culto escritor, su crítica se dirigió siempre hacia aquella generación que tan insatisfecho le mantuvo, generando una polémica profundamente intelectual.
La Generación del 98 bebe de las corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, donde destacan los filósofos Nietzsche, Kierkegaard y Schopenhauer, tres pilares que contribuirán con su pensamiento en el drama filosófico propio de Unamuno. El pesimismo y la resignación son hijos del movimiento romántico heredado y conducen a la exageración neorromántica de lo individual, así como a la imitación de algunas de las resonancias europeas actuales, con el intento de lograr una clara reforma interna del país.

Del sentimiento trágico de la vida en los hombre y en los pueblos, en un primer momento bajo el rótulo Tratado del amor de Dios, y más bien entendida como un ensayo espiritual y subjetivo que intelectual o coherente, se consolidó como una de las obras más sustanciales y características ofrecidas por el autor,  exponente a su vez del claro pensamiento filosófico existencial ya mencionado. Su aparición es paulatina y finalmente, en el año 1913 se publica como libro, adquiriendo eco en toda Europa y en diversas lenguas (en alemán será traducida en 1925).

Como el propio título ya suscita, la vida solo ofrece un sentimiento trágico, sentimiento ineludible por sobrepasar todo sosiego que pudiese otorgarle la razón. La búsqueda de Dios y la fuerza de la ética renacen constantemente a lo largo de su pensamiento plasmado en la obra. La vivencia humana nunca dejará de ser trágica por nacer en el alma humana, una tragedia que la mortifica por momentos, pero que a su vez, la agita y despierta, llenándola de vida, una vida que Unamuno se resistía a abandonar como si de un absurdo se tratase, abrazando la inmortalidad como certera y salvífica.



Ni el sentimiento logra hacer del consuelo verdad, ni la razón logra hacer de la verdad consuelo’’.

lunes, 16 de diciembre de 2013

¿Dónde está la Verdad?

Para Platón, debemos buscarla en el Mundo de las Ideas.
En Aristóteles, aunque su discípulo y sin duda, heredero de la filosofía del primero, el mundo terrenal también puede ayudarnos a descubrirla.

Dios y la ciencia.

¿Tiene Dios cabida en la ciencia?

Desde antaño, las explicaciones que trataban de dilucidar el comportamiento del universo fueron remitidas a la acción de una entidad divina. Con los siglos, parece que el crecimiento y avance de la ciencia y la tecnología se ha impuesto tomando el terreno dominado por la religión. Sin embargo, ¿son éstas incompatibles? ¿Podría afirmarse que hablar de ciencia implica negar a Dios?
 Aunque intuitivamente parece lo más correcto y son muchos los que se abrazan a esta idea de carácter racional, también son demasiados los genios, filósofos, científicos e importantes investigadores los que, en todas las épocas y también hoy, insertan el papel de Dios en sus convicciones y teorías. Al margen de cómo sea ese Dios y en qué religion esté enmarcado, al margen de cómo lo piensen y si se trata de un Dios más personal o más ajeno al mundo, su existencia parece no comprometer la ciencia, más aún, apoyarla.

John Lennox, célebre profesor de matemáticas en Oxford y estudioso de la compatibilidad entre Ciencia, Teología y Filosofía, no dudó en afirmar que ''cuánto más comprendo la ciencia, más creo en Dios''.

El vídeo permite comprender sus motivos y razones justificadas, y suscita sin lugar a dudas un debate fundamental sobre la existencia de un Dios quién, incluso para negarle, siempre ha sido planteado por todos los seres humanos.

Dios y la ciencia