Nacido en 1864 (morirá en 1936), su vida se destinó a la escritura, el teatro, la poesía y la filosofía, erigiéndose como el mayor respresentante de la
Generación del 98.
Miguel de Unamuno refleja en su obra la angustia personal que lo aconteció durante toda su vida, tan propia de los existencialistas, y tan empeñado en hallar la inmortalidad a la que el hombre siempre aspiraría.
Desde luego, la filosofía de Unamuno huye de cualquier tipo de racionalismo o dogma, y opta por teñirse de la influencia existencialista y romántica de sus predecesores. Sus constantes incertidumbres y las eternas preguntas acerca del sentido vital desembocaron en su pánico a la
nada, donde la muerte y el tiempo son la constante de una realidad que podía ser consolada si la presencia de Dios lograba dotarla de alguna clase de sentido.
Su
reivindicación de la poesía y el arte consistía en la defensa de poder
manifestar, afectiva y pasionalmente (no podía ser en él de otra manera), las inquietudes del hombre.
Como culto escritor, su crítica se dirigió siempre hacia aquella generación
que tan insatisfecho le mantuvo, generando una polémica profundamente
intelectual.
La Generación del 98 bebe de las corrientes
filosóficas del irracionalismo europeo, donde destacan los filósofos Nietzsche, Kierkegaard y Schopenhauer, tres pilares que contribuirán con su pensamiento en el drama filosófico propio de Unamuno. El pesimismo y la
resignación son hijos del movimiento romántico heredado y conducen a la exageración
neorromántica de lo individual, así como a la imitación de algunas de las
resonancias europeas actuales, con el intento de lograr una clara
reforma interna del país.
Del
sentimiento trágico de la vida en los hombre y en los pueblos,
en un primer momento bajo el rótulo Tratado
del amor de Dios, y más bien entendida como
un ensayo espiritual y subjetivo que intelectual o coherente, se consolidó como una de las
obras más sustanciales y características ofrecidas por el autor, exponente a su vez del claro pensamiento filosófico existencial ya mencionado.
Su aparición es paulatina y finalmente, en el año 1913 se publica como libro, adquiriendo
eco en toda Europa y en diversas lenguas (en alemán será traducida
en 1925).
Como el propio título ya suscita, la vida solo ofrece un sentimiento trágico, sentimiento ineludible por sobrepasar todo sosiego que pudiese otorgarle la razón. La búsqueda de Dios y la fuerza de la ética renacen constantemente a lo largo de su pensamiento plasmado en la obra. La vivencia humana nunca dejará de ser trágica por nacer en el alma humana,
una tragedia que la mortifica por momentos, pero que a su vez, la
agita y despierta, llenándola de vida, una vida que Unamuno se
resistía a abandonar como si de un absurdo se tratase, abrazando la inmortalidad como certera y salvífica.
’Ni el
sentimiento logra hacer del consuelo verdad, ni la razón logra hacer
de la verdad consuelo’’.